15.3.08

Para mi el capanga es un mandatutti

Suena el Polaco con Pichuco, acaso en el mejor momento de ambos, mientras Rita se pasea felina y displicente por su nueva casa, investigando todo. Llegó de noche tarde, en una jaulita verde, de la que se hizo amiga a regañadientes, engañada por sus juguetes (una pelota tipo pulpito muy pequeña y dos monigotes de lana) y su manta tejida, además de la complicidad de su dueña. Creo que en realidad no hubo incomodidad ni disgusto, sino una aceptación llana de su cambio de domicilio, siguiendo exactamente los pasos de quien hace diez años la recibió cuando era todavía un pompón gris peludo y revoltoso.

No puedo dejar de reconocer que acepté de buena gana su entrada en la familia y que me agrada su presencia distinguida —herencia de su abuela humana—, yo que nunca tuve una relación muy cercana con las mascotas. De hecho recuerdo como la única experiencia —traumática por cierto (para ella)— aquella que protagonizamos junto a una perrita parduzca petisa que había en la casa de Manucho y la Pocha, o sea mi casa de hace 25 años, a la que una tarde de aburrimiento o maldad le pinté todo el lomo con esmalte sintético azul, hecho que tal vez pueda catalogarse como los albores de mi carrera como diseñador.

27 de abril de 2004

Gracias a Marcelo Katz por el título.

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