15.3.08

Él para explicar algo da más vueltas que una oreja

Andaban juntos por el centro de la provincia porque ya están en los bordes de una vida intensa con casi ochenta y pico, aunque alejados todavía del límite con la muerte, esa improbable vida que no nos resignamos a recibir generosamente.

Ambos están lo que se dice viejos, es verdad, aunque es posible que se sientan más viejos aún internamente, a juzgar por las repetidas menciones acerca de supuestos achaques que vienen con la edad, que el corazón ya está débil, que el cerebro pierde irrigación, que la memoria. Precisamente estos eran algunos de los argumentos que esgrimía insistente la Pocha frente al especialista que estaba a cargo de la consulta. Circunstancialmente Manucho había sido invitado por mamá para que, de paso, se hiciera ver de su dolencia, que tan preocupado lo tiene desde hace algunos años.

De gesto adusto, parco y presencia facultativa, el experimentado médico devolvió todos los estudios a la Pocha con el consabido usted está muy bien, mi querida, lo que tiene son cuestiones propias de la edad, nada para preocuparse. No le haga caso a esas voces internas, usted ya las conoce y sabe que dicen siempre lo mismo.

Manucho escuchaba atentamente, sentadito respetuoso por la seriedad de la escena y la mirada seca del canoso de guardapolvos que lo escrutaba esporádicamente desde el escritorio. A punto ya de irse, la Pocha lo mira y le susurra al oído, aunque no tan en secreto: Viejo, ¿no le vas preguntar por tu problema? Un poco de vergüenza recorre el sonrosado rostro de mi padre, mientras aparece una media sonrisa cómplice. El interlocutor alcanza a escuchar y pregunta comprensivo digamé nomás, qué le anda pasando. Ch’amigo, lo que pasa es que últimamente me andan diciendo hormiga cansada, y se sonrió un poco. ¿Hormiga cansada? se oyó ingenua la pregunta. Yyy, sí, porque se me cae el palo antes de llegar a la cueva.

Se sorprendió riéndose casi mucho, no tanto por la humorada de un desconocido sino por la frescura de la confesión. Mire, dijo ya repuesto guardando la compostura, que le pase eso a su edad es normal, aunque con el consentimiento de ambos se pueden hacer algunos estudios y si están en condiciones óptimas puedo recetarles unas pastillas, que ayudan bastante. Seguramente ya las deben conocer, viagra es uno de los nombres comerciales. Brillaron los ojos chiquitos de Manucho por un momento, hasta que el médico cerró la propuesta: Cuestan más de 10 pesos cada una.

Hubo un cruce de miradas amoroso, media sonrisa a cada lado, y un profundo suspiro inundó el consultorio con la respuesta: Vamos a dejarlo nomás, ch’amigo, que funcione cuando tenga ganas.

01 de marzo de 2005

Gracias a Carolina Guti por el título.

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