15.3.08

No voy a poner un paraguayo ahí

Cayéndose a pedazos el rostro empotrado de piedra es testigo de vidas incesantes: transeúntes afiebrados que persiguen sin destino un destino de película, zombies maquillados esquivando a duras penas las imperfecciones del terreno, serviciales dependientes de tienda lucubrando venganzas imposibles, sobrevivientes históricos de aquel cataclismo llevando sus largos y blancos cabellos con soltura, ensimismados corredores de bolsa de aspiraciones cotidianas. En fin, una galería de gestos y posturas repetidos hasta el cansancio configuran el estilo de época de una sociedad atiborrada de sueños, imágenes sensuales, pornográficas calvicies incipientes, arterias que envejecen con la sangre que transportan, suculentos pucheros descarnados aliviando el trajín de la barriada periférica que alimenta sin césar al monstruo vomitivo de garganta pantagruélica.

16 de marzo de 2004

Gracias a Ezequiel de Rosso por el título.

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