15.3.08

Hoy le vamos aponer de nombre: moda y ahorro

Aparece la luna entre las rendijas, blanca, fosforescente, iluminándolo todo, sin límites, pródiga en caricias hirientes y bondadosa en resplandores despiadados. El camino aparece entonces, oculto estaba entre el follaje tupido del monte, la húmeda atmósfera lo rodea todo; todo queda a merced de aquello que no se ve, que no se conoce, que no nos toca, pero que añoramos como la tibia leche de la teta de madre que nos abandonó a la buena de dios, a la buena de nosotros mismos, de nuestras máscaras que danzan entre risotadas salpicando sus babas eternas sobre todo lo que parece estar ahí pero no. Desaparece nuevamente la senda entre zumbidos densos, sopla una brisa caliente de verano, abrasadora; transpira el lomo expuesto a la maraña, agachado entre ramajes que empujan, van y vienen las hojas que raspan y pinchan y sangra y se irrita la piel en jadeos profundos eternos.

«Para entrar al monte, tenés que rezar. Como puedas, pero rezar. En el monte no sos nada, tan insignificante sos en la inmensidad de la naturaleza. Víboras, jabalíes, alimañas, insectos, todos ellos son más que vos; si no rezás, no se te ocurra pasar la noche ahí adentro.» Alejandro Kowalski.

14 de noviembre de 2003

Gracias al Mono Fontana por el título.

No hay comentarios: