16.3.08

Estuve parado cinco años

El dueño de la camioneta Chevrolet verde oscuro era Roque, quien ya se perfilaba como el industrial de la famila. Era gasolera con motor Perkins cuatro, modelo 74 y supo tener una cúpula blanca de fibra de vidrio.

Él no fue, pero la cedió gentilmente para que una parte del clan familiar tenga sus vacaciones de clasemedia en Piriápolis, con la esperanza de algún mínimo roce snob en Punta del Este y un recorrido más bien interiorista, visitando lugares pintorescos que tenían nombres a la altura como Durazno, Minas y su centenaria embotelladora de agua mineral Salus, Atlántida, el fronterizo Chuy, Santa Teresa con su Fortaleza histórica de cañones y pantalones cortos prohibidos, el primer contacto con deliciosos pulpos, calamares y tiburones en Punta del Diablo, entre otras simples maravillas que la Banda Oriental tiene para compartir.

Polaco era un joven treintañero, manejó casi todo el viaje y ocupó el lugar de responsable del grupo, armando el itinerario con precisión y buen tino, de manera que pudiéramos aprovechar las vacaciones cada cual a su modo. Él, por ejemplo, se metió al mar sólo una vez, pero consiguió una circunstancial novia en Piriápolis, a la que aún hoy en las reuniones familiares íntimas se la recuerda como una gordita simpática.

Manucho y la Pocha eran ya en ese entonces los viejos, aunque las fotos de la playa los muestra jóvenes y alegres, con sus trajes de baño de la época, él la calvicie brillosa, ella los colgantes inevitables, ambos de sombrero.

El tema controvertido del viaje resultó ser la parejita que viajaba en la parte de atrás de la camioneta, cuyas aparentes actividades pecaminosas parecían estar amparadas por el cerramiento, rodeados de colchones, la garrafita, una conservadora de telgopor floreada, algunos sillones playeros, una mesita de camping, varios bolsos, el termolar y la rueda de auxilio. Marita y el Topo, promisorio ciclista de competición, andaban ambos en el límite entre la adolescencia y la juventud, cuando en aquellos años a los novios todavía ni se les ocurría dormir juntos, al menos en casa de sus padres.

A los pocos kilómetros de iniciado el viaje, antes incluso de cruzar al Uruguay por el puente Fray Bentos-Puerto Unzué, preocupada cada vez más por la situación, la Pocha insistió en avergonzarme enviándome atrás de paleta, valiéndose de un falaz argumento materno: «La ocasión hace al ladrón».

16 de junio de 2005

Gracias a Federico Zotalis por el título.

1 comentario:

Unknown dijo...

Sorprendente!!