16.7.09

Diseñadores/Comunicadores: es hora de abandonar el patrullaje de fronteras*

La «gente», el «pueblo», los individuos, las personas, los ciudadanos, cada día que pasa tienen menos necesidad de intermediarios para hacerse escuchar, graciadió.







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*El concepto patrullaje de fronteras lo escuché en la voz de Carlos Carpintero.

Para cambiar hay que cambiar*

«La mayor parte de los que han escrito acerca de los afectos y la conducta humana parecen tratar no de cosas naturales que siguen las leyes ordinarias de la naturaleza, sino de cosas que están fuera de esta. Más aún: parece que conciben al hombre, dentro de la naturaleza, como un imperio dentro de otro imperio. Pues creen que el hombre perturba, más bien que sigue, el orden de la naturaleza; que tiene una absoluta potencia sobre sus acciones y que sólo es determinado por sí mismo. Atribuyen además la causa de la impotencia e inconstancia humanas no a la potencia común de la naturaleza, sino a no sé qué vicio de la naturaleza humana, a la que, por este motivo deploran, ridiculizan, desprecian o, lo que es más frecuente, detestan; y se tiene por divino a quien sabe denigrar con mayor elocuencia o sutileza la impotencia del espíritu humano. No han faltado, con todo, hombres muy eminentes (a cuya labor y celo confesamos deber mucho), que han escrito muchas cosas preclaras acerca de la recta conducta, y han dado a los mortales consejos llenos de prudencia, pero nadie, que yo sepa, ha determinado la naturaleza y fuerza de los afectos, ni lo que puede el espíritu, por su parte, para moderarlos. (…) Ahora quiero volver a los que prefieren, tocante a los afectos y actos humanos, detestarlos y ridiculizarlos más bien que entenderlos. A éstos, sin duda, les parecerá chocante que yo aborde la cuestión de los vicios y sinrazones humanas al modo de la geometría, y pretenda demostrar, siguiendo un razonamiento cierto, lo que ellos proclaman que repugna a la razón, y que es vano, absurdo o digno de horror. Pero mis razones para proceder así son éstas: nada ocurre en la naturaleza que pueda atribuirse a vicio de ella; la naturaleza es siempre la misma, y en todas partes su virtud y su potencia de obrar es siempre la misma; es decir, son siempre las mismas, en todas partes, las leyes y reglas naturales según las cuáles ocurren las cosas y pasan de unas formas a otras; por tanto, uno y el mismo debe ser el camino para entender la naturaleza de las cosas, cualesquiera que sean, a saber: por medio de las leyes y reglas universales de la naturaleza. Siendo así, los afectos tales como el odio, la ira, la envidia, etcétera, considerados en sí, se siguen de la misma necesidad y eficacia de la naturaleza que las demás cosas singulares y, por ende, reconocen ciertas causas, en cuya virtud son entendidos, y tienen ciertas propiedades tan dignas de que las conozcamos como las propiedades de cualquier otra cosa en cuya contemplación nos deleitemos. Así pues, trataré de la naturaleza y la fuerza de los afectos, y de la potencia del espíritu sobre ellos, con el mismo método con el que en las partes anteriores he tratado de Dios y del espíritu, y consideraré los actos y apetitos humanos como si fuese cuestión de líneas, superficies o planos.» Baruch de Spinoza (1632~1677), Ética, prefacio a la Parte tercera: Del origen y la naturaleza de los afectos.

*Una frase de Diego Starosta.