30.3.09

Los recolectores informales, ¿existían antes de la universidad y de los gobiernos?




El viernes 27 de marzo asistimos a la primera charla de un ciclo organizado por la Asamblea Ciudadana Ambiental de Concepción del Uruguay, en el salón de actos del Colegio del Uruguay. Esta vez fue compartida por la divulgación de dos destacables experiencias vinculadas a la problemática de los residuos sólidos urbanos (RSU).

Me interesa especialmente un aspecto en el que ambos expositores —una investigadora universitaria y un funcionario municipal— coincidieron: mencionar a los cartoneros y cirujas como «recolectores informales». Trataré de hacer foco en la experiencia que se desarrolla en el barrio María Auxiliadora de la ciudad de Concepción del Uruguay. El proyecto en cuestión está financiado por la Vice-Gobernación de la Provincia de Entre Ríos y llevado a cabo por un equipo de la Facultad de Ciencias de la Salud de la Universidad Nacional de Entre Ríos (UNER).

Algunas veces, utilizar definiciones del diccionario de la RAE para encuadrar mis argumentos me resulta esclarecedor.

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informal.
1. adj. Que no guarda las formas y reglas prevenidas.
2. adj. No convencional.
3. adj. Dicho de una persona: Que en su porte y conducta no observa la conveniente gravedad y puntualidad. U. t. c. s.
4. com. Perú. Vendedor ambulante.

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formal.
(Del lat. formālis).
1. adj. Perteneciente o relativo a la forma, por contraposición a esencial.
2. adj. Que tiene formalidad.
3. adj. Dicho de una persona: Seria, amiga de la verdad y enemiga de chanzas.
4. adj. Expreso, preciso, determinado.

La supuesta informalidad de los recolectores no es una esencia. A esta altura ya no es posible sostener la esencialidad de las cosas. En este caso la inclusión del término «informalidad» es ideológica. La informalidad es construida por los responsables del proyecto a partir del supuesto que implica «si son cartoneros no es necesario que les paguemos por su trabajo». Justificando de este modo una insostenible posición de superioridad, los bondadosos supuestos expertos deciden en sus escritorios que el trabajo se paga con el material acumulado en la recolección diferenciada, para que los cirujas lo comercialicen por su propia cuenta.

¿Conocen los expertos el precio en el mercado del reciclaje para el pet, el bazar, el soplado, la planilla, la segunda, los metales, al momento de bajar el cartonero el material desde su carro desvencijado a la balanza tuneada del depositero? ¿Se preocuparon por evaluar cuánto dinero significaría para el cartonero trabajar en este proyecto? ¿Se imaginan los expertos cuánto dinero significa para un trabajador de la calle un día entero de andar con el carro tracción a sangre mayormente humana juntando la basura de otros?

Si la planilla excel del presupuesto del proyecto, que seguramente pasó por las oficinas de varios funcionarios para su aprobación en las etapas de análisis y viabilidad, hubiera incluido una línea, aunque fuese la última, que dijera «Honorarios para los recolectores», no habría sido necesario estigmatizarlos mencionándolos como «recolectores informales», convirtiéndolos efectivamente en eso.

La recolección de residuos es un servicio público que los ciudadanos honramos mediante el pago de una tasa. Los «basureros» (llamados recolectores formales en términos del proyecto en cuestión) son para el municipio trabajadores de planta, contratados o cooperativizados, lo mismo da. El municipio, todos los municipios, destinan una parte del presupuesto anual a la realización de este servicio.

Con mayor responsabilidad aún al tratarse de una experiencia piloto, no veo entonces impedimento para reconocer a los cartoneros como recolectores formales, pagarles por su trabajo que bien lo hacen diariamente desde hace años, además de ser ellos el primer sector (el único durante décadas) en realizar la recoleccción diferenciada de residuos, mucho antes de que los funcionarios, los universitarios y las leyes se desayunaran con los planes de gestión integral de los residuos sólidos urbanos.

¿Qué hubiera pasado si por ejemplo los investigadores que participaron del proyecto hubieran cobrado su trabajo con el informe de los resultados estadísticos para que lo comercializaran por su propia cuenta y así se dieran por bien pagos?

¿Hubieran sido mencionados en el proyecto como «investigadores informales»? ¿Hubieran sido omitidos en los créditos como lo fueron los cartoneros y cirujas?

Ninguna mención hubo en la presentación del proyecto a las personas que con su trabajo especializado durante años de crisis metiendo la mano en la basura hicieron posible esta experiencia piloto —de igual a igual con los demás actores involucrados—: vecinos, dirigentes barriales, funcionarios, profesionales, investigadores, profesores, alumnos, entre otros.

Ningún nombre hubo y fueron muchas personas que prestaron su condición, sus prácticas cotidianas, sus capacidades, conocimientos y saberes, para que un grupo de universitarios y dirigentes pueda vanagloriarse de su mirada miope acerca de una problemática que ya no admite prejuicio, ignorancia y mucho menos cinismo.