15.3.10

Hablar de nosotros

En estos días ando pensando lo siguiente: para no tirar la pelota afuera y decir que nos la han quitado, digo la hemos perdido. Hemos perdido la capacidad de hablar con nosotros mismos y con los otros de eso que nos pasa a cada uno en lo chiquito de la vida cotidiana. Parece que nos hemos autoconvocado a hablar sólo de los temas importantes, de la agenda pública, de las grandes causas.

En fin, el discurso no solamente se replica con sutil eficiencia en los titulares de los grandes medios —a esta altura convertidos por el discurso en esos monigotes de los parques a los que arrojarles pelotas de trapo a cambio migajas o nada—, también el último reducto de la independencia ideológica, los blogs, están haciendo aguas achicando la zozobra con un tarro de duraznos pinchado.

¿Las causas? Cada maestro con su librito y un montón de alumnos aplicados en cada bando no dudarían un segundo en desenfundar, sólo que no pueden porque la valentía del pensar por uno mismo escasea inversamente proporcional a la cobardía de señalar al otro.

Quiero decir, ¿porqué es tan poco común escuchar en la cercanía de las relaciones interpersonales acerca de cómo es la vida de todos los días? ¿O me pasa sólo a mí? Sin enfocar en lo emocional, en los afectos. Eso quedará para otro momento.

En este caso quiero saber cuánto gana por mes mi amigo filokirchnerista por serlo, por dar un ejemplo, si es que semejante compromiso le reporta algo para parar la olla; quiero saber cuáles son las problemáticas específicas del desempeño profesional-institucional de mi otro amigo que recorre tres o cuatro escuelas medias de capital y el conurbano por semana; también saber cuántos sapos tiene que comerse otro de mis mejores amigos repartido entre varios rebusques, sueldo municipal oficial de 800 pesos incluido con quince años de antigüedad; me gustaría saber estas pocas cosas entre tantas otras cuestiones que se han invisibilizado detrás de la visible máscara de la participación y la militancia y la defensa corporativa del sistema que no tiene mucho más de 200 años, que antes no existía y que en algún momento tiene que dejar de existir para dejar a paso a otra forma porque así son las formas cuando expresan contenido.

También me gustaría que entre todos los que nos conocemos y los que nos falta conocer hagamos el esfuerzo de pensar juntos si es posible cambiar hoy el estado de cosas, en lugar de esperar a que el cambio lo traiga la historia, una vez más de la mano del discurso.

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Escrito a partir de una charla con amigos y asado el sábado en el corazón peronista del conurbano y de la lectura de este post el discurso

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