14.3.10

Bueno... en realidad no

Me niego (al menos para mi) a aceptar la idea de confianza como algo que debe construirse, algo a lo que hay que llegar, ya que de aceptarlo en estos términos sólo me imagino una figura —en el sentido de figuración, de encontrar una manera entre tantas de dar cuenta de algo a lo que directamente no hay acceso—, la del castillo de naipes.

La confianza entendida como algo hacia lo que dirigirse implica que todo paso dado es un paso en falso. Dado en soldedad, además, sin el otro. Conduce indefectiblemente hacia el desmoronamiento, hacia la caída. Sólo es cuestión de tiempo: en algún momento ese andamiaje artificioso de superposiciones trastabilla (sutil tambaleo), se desarticula (chirrido de goznes), pierde el equilibrio (inestable sensación) y ya, el castillo que construyo sólo para mi colapsa.

La idea de tiempo está tan trastocada, tan edulcorada, tan masticada, tan naturalizada en su banalización por el sentido común que da vértigo sólo dedicarse a pensar, una vez más, qué es el tiempo.

El tiempo es el espacio en el que las cosas son, pienso. Despojando al tiempo de la idea de duración, ese invento linealizante de la mente occidental (desde hace apenas dos mil años para no llegar a ningún lugar), el tiempo sale definitivamente de la tristeza de las sombras, se hace luz en la alegría, se convierte en espacio-tiempo, se ilumina, se vacía.

La confianza encarnada, en cambio, es relación, aquíyahora, espacioytiempo, inter-acción.

Es el entre, nacimiento y muerte del instante, estrategia cero, distancia cero.

Dejarnos.

Cambio.

Vacío.




2 comentarios:

Madelon Martínez dijo...

la confianza nacida de la intuición y no de la experiencia
difícil, pero creo que lo intentaré alguna vez

mauroliver dijo...

intentar
es
abrir
una hendija
al
acontecimiento

acontece
sólo si intento

intuición es
el ser
de la hendija