8.11.10

Artistócratas

[en proceso]

Cómo podré hacer, qué estrategia usar, qué discurso elegir, qué forma y contenido podré conjugar para que emerja.

Si existe finalmente la lucha de clases, una nueva clase se recorta en el horizonte. Todavía estamos a tiempo de hacerla visible, reconocerla, describirla, delimitarla, contornearla, problematizarla, discutirla y tal vez trascenderla. Que no se nos quede acá, al lado nuestro. Que no pretenda decirnos lo que no es.

Una desintegrada mixtura —artistas-aristócratas-burócratas-tecnócratas— levanta las banderas, deshilachadas, de supuesto faro en la gestión de cultura.

Encarnada en una sola persona o en varias, en grupos, asociaciones, siglas, en espacios, en organismos públicos, funcionariatos, la elevada figura del artista se imbrica con la del aristócrata reconociéndose separados de los demás mortales, articulando una burocracia técnocrática tan sólida como un castillo de naipes.

Allá arriba, unos pocos y elegidos, tocados por la varita de quién sabe qué dios mitológico, permítense considerarse elegidos para instalarse cómodamente en una posición tal que la distancia del vulgo sólo desparece cuando se dignan a acercarnos, a todos los demás, ese opaco destello de cultura que sólo ellos, por supuesto, poseen.

Es de destacar, por obvio, el inmenso grado de confusión que los envuelve, como una niebla espesa difícil de despejar de la vista. Por mucho que se frieguen los ojos, que parpadeen, que limpien sus cristales orgánicos, que traten de enfocar desenfocando, la confusión persiste.

Por obvias, también, persisten sus causas. Ideologías, marcos teóricos, andamiajes, referentes, conducciones, intelectualidades. Fuegos fatuos que elevan sus fatuas llamas al inalcanzable cielo de la política del conflicto, en nombre de otros dioses, cercanos, finalmente ilusorios de tan reales, que se les presentan en las narices y los abrazan, ilusoriamente.

Interesa en nuestro caso, ya puestos a describir, al artistócrata, el estilo, por ser muchos y variados, los estilos reconocibles en el ejercicio cotidiano de la impostura. Indignas de elogio las camaleónicas formas que asumen las visibilidades del espécimen, individual y-barra-o grupal suelen conseguirse, en oferta, en el tan enemigable mercado. Simultáneas, yuxtapuestas, complementarias, antagónicas, funcionales, imbricadas, aisladas, potenciadas, envanecidas, pirotécnicas, efímeras.

Somos artistas. Gran cosa llamarse artista. Para los que se llaman artistas. ¿Dónde reside el diferencial, por fuera de cada individuo en su práctica? ¿Hay algo consistente que desde afuera de la singularidad de la existencia nos sobredetermine, nos invista, nos estigmatice? ¿Implica consistencia alguna el hecho de llamarse artista?

Somos independientes. Claro. ¿Qué vendría a significar independiente en el marco de la confusión artistocrática que nos circunda? No he tenido aún la oportunidad de conocer su definición por intermedio de sus cultores, ni sus características salientes y filosos argumentos, en fin, su densidad. No me han sido develadas las huellas que lo independiente haya dejado como estela constitutiva en las prácticas que se envanecen con sus gonfalones y banderas. Ni siquiera me han llegado noticias de la existencia de ciertos indicadores a través de los que la independencia obtenga, o pueda obtener, la verosímil legitimidad de los resultados auspiciosos. Antes bien su ingenua veladura, o el falaz ocultamiento, o tal vez su más real inexistencia desdibujen con justicia la falsedad de la impostura.

Somos del teatro.

Somos auténticos.

Somos horizontales. Una cosa es ser horizontal. Otra es estar quedando horizontal, prácticamente en la lona. Por no haber sido capaces de construir juntos un modelo de gestión horizontal. Uno propio, participativo, eficiente, disfrutable, que contemple ese horizonte deseable y se encamine hacia él desmalezando, trabajando la tierra, sembrando, regando, acompañando el crecimiento al ritmo de las estaciones. Las de la naturaleza y las de las prácticas humanas, que son indisolublemente las mismas y nosotros aún sin llegar a comprenderlo.

Somos nacionales y populares. Justamente dos cuestiones difíciles de problematizar en este con-texto que nos toca.

Somos estandarte.

Somos eficientes.

Somos innovadores.

Somos gestionadores.

Somos amigotes.

Somos gobierno.

Cualquiera.

Somos nosotros. Todavía estamos a tiempo.

1 comentario:

Unnamed sob dijo...

Hola Maurito, aca estoy para el intercambio fructífero.
No sé mucho sobre qué estás construyendo y con quién estás teniendo esta discusión, pero tengo algo para comentar sobre el tema de las clases sociales que decís arriba, creo que puede ayudar.

Estoy leyendo a un tipo que se llama Quijano, él critica a Marx, dice que no hay clases sociales dadas, que existen procesos de clasificación social, en los que la gente va tomando consciencia de cuál es su lugar en la sociedad. Y como yo creo que son las ideas las que crean al mundo, el lugar que uno tiene es el que cree tener, por lo tanto esto de ser "proletarios" o "burgueses" no es más que una idea que nos han venido metiendo los que leyeron a Marx, que no está mal, pero quizás no es aplica a todos los contextos.
En ese sentido me parece perfecto que crees una nueva categoría para hablar de lo que estás hablando.

Quijano también dice que para entender una sociedad conviene pensar que los procesos de poder no son sólo económicos, sino que discurren por cinco ámbitos: autoridad colectiva, subjetividad, sexualidad, trabajo y naturaleza.
La independencia es una utopía porque no tiene en cuenta la absoluta interdependencia de todo en este mundo, pero está bueno tener claro en cuáles de estos ámbitos uno quiere tener poder, sobre quién y de qué manera.

Espero que ayude, un abrazo, Martín.