15.3.08

Se te mete la laguna del iberá en la cabeza

Extraña la noche que envuelve sedienta los cuerpos, carrocerías inermes descansan vagando las calles opacas de mínima luz amarillenta. Resueltas amargas las telarañas del tiempo avanzan con paso implacable sobre los vértices de la estructura ortogonal. Desolado paisaje de urbe con frío invernal desaparece las vestimentas reduce la piel a ineficaz divisoria de mundos. Virus suena cercano latoso platense, nostalgia de tiempos lejanos evoca los efervescentes recorridos de la sangre inquieta, espesa las venas del cuerpo que intento habitar. ¿Sucedió? ¿Nací en algún lugar en qué tiempos y parto normal? ¿Empuñé armas de fuego sí mi sargento? ¿Leí aquellos libros ausentes amigos? ¿Amé suficiente rendí homenajes mostré mis miserias? Extraño el presente oasis sereno de todo desierto invisible.

22 de julio de 2003

Gracias a Chuni Bonelli por el título.

La vida secreta de las plantas

Disculpenmé pero tengo mucha bronca. Creo entender que sólo en mí reside la alternativa de dejarla de lado, pero siento que en este momento de mi existencia la voluntad no va de la mano de mis posibilidades reales de ejercerla.

Además está la culpa; y la termo-cupla de mi calefactor, que se rompió y tengo que cambiarla si espero seguir calentando mi hábitat con una temperatura agradable y disfrutar de mi trabajo en casa con mis discos piratas y de los otros, mis sahumerios, mi heladera-biblioteca, mis pantuflas de oso panda, mi ekeko fumador, mis libros, mis fetiches, entre varias muchas cosas que me acompañan amablemente, sin pedirme nada a cambio, en mis noctámbulos ejercicios ¿creativos?

Ahora resulta que me escucho unos tangos, después de pasado un rato largo de los primeros renglones y la bronca desapareció sin mi consentimiento. O sea, sin mi voluntad. Miro para atrás, cuando salí de ejercer mi pequeño espacio en la docencia universitaria y me veo, puedo verme, alejándome muy molesto y veo también mis emociones llevadas de la oreja por un tren fantasma donde los pensamientos son vagones descontrolados, a punto de descarrilar entre dráculas, esqueletos, guadañas sangrantes, bú, bú, gritos, espantos y comezones en el estómago y el culo un poco sensible, para qué te voy a mentir.

Encima subís a ese bondi, muy tarde, para que te saque urgente de esa mole de cemento aplastante y represora (lugar de formación académica), y no se te ocurre mejor idea que pensar que ni los dueños de las empresas de transporte, ni quienes hacen las leyes, ni los funcionarios de turno de los entes reguladores nunca en su mediocre vida se subieron a un colectivo (o se olvidaron) para viajar cincuenta minutos o una hora y media de vuelta a su casa en la otra punta, con una luz interna mortecina, parpadeante, que te sume poco a poco en un humillante estado de ánimo, mientras de hundís en el asiento, lejos de la alegría vivificante y clara de saberse participando humildemente en la construcción de un presente mejor.

Pasa el tiempo y la intuición de aquel entonces se va haciendo certeza. MIs pensamientos no son míos, me piensan, viven ellos pensándose locamente unos a otros ocupando todas las dependencias de mi febril y atribulado cerebro, sin pagar alquiler. El que tengo que pagar soy yo, pagar con mi encierro, con este cerco de sólidas paredes que estoy empezando a conocer, que se muestran, se repiten, son pocas y las mismas, pero ahí están, desafiando esa voluntad mía que aún no puede ser.

08 de julio de 2003

Gracias a Stevie Wonder por el título.

Parece que Argentina es más grande

Todo esto está pasando a mi alrededor. Bulle la sangre, gritan las tripas, transpiran los cuerpos, intercambio de humores. Las personas con quienes entramos en contacto, a quienes nos acercamos de verdad, con el corazón en la mano, son la realidad que no muestran los medios. Los niños con su hambre sus mocos su pegamento su limosna el brillo tremendamente humano en sus ojos que muchos adultos han perdido y nunca regresará.

También, y por eso y para eso, está el arte. Y la cultura. La cultura independiente, la que todos los días explota en los cuerpos de quienes todavía creemos en que es posible ser humanos, mirándonos a los ojos, ejerciendo nuestros genuinos derechos, haciendo de la solidaridad, el compromiso, el trueque, la docencia, la creatividad, la comprensión, la participación y el trabajo con el otro, un engrudo consistente, verdadero, ilimitado; y cortamos las cañas, y buscamos los papeles de colores, el piolín, los trapos y los anudamos, y atamos y pegamos, y remontamos nuestros barriletes en el potrero de nuestra pequeña porción de vida universal que nos ha sido regalada, por la que siempre tendremos la posibilidad de agradecer.


24 de junio de 2003

Gracias a Mariano Rodríguez Paulo por el título.